domingo, 16 de noviembre de 2014

la raza humana: origen glorioso, misión y destino

Hemos olvidado el origen glorioso de la estirpe a la que pertenecemos. A la que estamos siendo llamados.

 La antigua raza de los hombres, los formados de barro y aliento divino. Coronados de gloria y de honra –dice el Salmo-, señoreaban sobre todo lo creado (1).
Luego, en la era de la oscuridad se degradaron –ellos y su hábitat-, cedieron su poder y el hilo de plata se rompió…sólo quedó la nostalgia y la esperanza (2).

Y ahora, los que ahora responden al llamado de un Señor, el Hijo del Hombre, el Nuevo Adam. Los que toman el legado con dignidad recobrada: el antiguo mandato de gobernar la tierra y hacerla fructificar, de retornarla –y de retornarse- al diseño de origen. El Hombre, sanada su herida de soberbia, perdonado, otra vez desnudo y sin miedo, de pie sobre la tierra, consagrado a una misión sagrada.

 El Hombre Nuevo con que todas las ideologías soñaron. El que por fin diera a la medida. David el antiguo héroe, vislumbró la medida: un poco menor que los ángeles. Nadie duda del brillo luminoso de un ángel…. acaso así descubramos que nuestra gloria debería ser solo un poco menor. Acaso pensar en poder bancarnos el peso espiritual de ser portadores de un mandato difícil y arriesgado. Se trata de un Reino que está siendo recuperado. De representar a un Señor que desafía a los poderes actuales del mundo y reclama poder regenerar la raza, reparar el planeta y darle una cultura restaurada. Todo sometido a su dominio. Una empresa monumental que abarca una estrategia de miles de años y demandó un costo extraordinario.

Varones y mujeres, despertados a su real linaje, pueden libremente asumir su papel en tamaño plan. Se narra la escena en la Carta a los Hebreos: Ante un Rey que nos inicia en su corte, rodeados de una multitud de testigos: seres luminosos, antiguos héroes que nos precedieron en la epopeya…arrodillarse ante el amoroso llamado, tomar la nueva identidad y luego erguirse en un compromiso heroico, de quien encuentra su poder y hace una elección. La demanda es alta, el riesgo enorme, y habrá que pasar por fuego lo mal aprendido, la actitud posmoderna, amoral, servil por un plato de lentejas, del éxito solitario; y la actitud gregaria, religiosa, de rebaño, ingenua y escapista. Habrá que sujetarse a un código de Honor, de esos que se fraguan ante el fuego divino, donde Damas y Caballeros pactan su virtud, los valores que guiarán su propósito vital en la gran empresa. La valía y el poder, sacerdocio y realeza. Templanza, prudencia, coraje, justicia, no para salvar el alma propia de algún infierno, sino para sanear lo contaminado, enmendar lo torcido, defender al débil… ponerse como sal en medio de la corrupción del sistema, llevar la luz denunciando la estrategia de los poderes oscuros.

 Guerra Cultural, se dice ahora. Eso de vivir anticipando y de anunciar en la sociedad, valores y prácticas que actualmente el sistema excluye, combate o ignora. La Matrix infernal, la telaraña que como un velo cubre a los hombres será finalmente derrotada, en este planeta y en esta historia… que venga aquí Tu Reino, piden los leales al Restaurador, aquellos que buscan gloria y honor –decía Pablo de Tarso- Insuflados de fe, esperanza y caridad…como hermandad de Quijotes en los campos de la Mancha.


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Notas:

(1)Las antiguas Culturas en todos los Continentes, en sus mitos y relatos,  dan cuenta de ese pasado de la tierra, donde hombres y descendientes de dioses (ángeles) convivieron. Los vestigios de esa admirable civilización sobreviven en las inexplicables construcciones de piedra que aún hoy perduran y se siguen estudiando. Este dato revelado por la Arqueología y el Estudio Comparado, es silenciado por el actual paradigma vigente, el darwinismo, y su férrea variante religiosa, el darwinismo social: venimos de seres moral e intelectualmente inferiores. Una ameba, luego un mono, luego un proto-hombre…. ¿dónde encaja el asombroso registro histórico?
(2)
 CANTARES DE ROHAN
Dónde están ahora el caballo y  caballero
Dónde está el cuerno que sonaba
Dónde están el yelmo y la coraza
Los luminosos cabellos flotantes
Donde están las manos en las cuerdas del arpa
Y el fuego rojo encendido
Donde están la primavera y la cosecha
Y la espiga alta que crece
Han pasado como una lluvia en la montaña
Como un viento en el prado
Los días han descendido en el oeste
En la sombra de detrás de las colinas
Quién recogerá el humo de la ardiente madera muerta
O verá los años fugitivos que vuelven del mar
J.R.R. Tolkien

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